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Sara Bernardo

Carta de Sara Bernardo
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Matilda, de Roald Dahl, fue su alter ego en la infancia. Ahora pinta árboles por las paredes y no hay día en que no quisiera perderse en medio de la naturaleza. Le gustaría volver a Canadá y llevar flores en el pelo mientras recorre San Francisco de cabo a rabo, lugar donde ambientó su primera novela. Sueña con bailar por las calles de Nueva Orleans en pleno Mardi Gras. Con navegar entre los fiordos noruegos abrigada hasta las cejas en busca de vikingos. Con pasar los últimos días de su vida, cuando lleguen, viendo las auroras boreales, dejándose llevar por la nieve sobre un trineo y, hasta entonces, vivir perdida en una cabaña en medio de la montaña.

Pero si hay que ser realista, se queda con la cabaña, a ser posible, con vistas al mar.

Acabaría con todo aquel que no tolera a las demás personas sólo por ser diferentes. El feminismo es su única religión y querría haber visto en directo a Janis Joplin, Joan Baez, Jimi Hendrix o Santana en el Woodstock del 69. Si tuviera una máquina del tiempo, retrocedería para ver cómo era el mundo antes de que pobláramos las tierras con edificios. Escribiría sobre todas las mujeres invisibilizadas en la Historia y jugaría a los bolos con Cleopatra y Virginia Woolf.

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A falta de Delorean, atesora el sonido de las cataratas del Niágara en su corazón, ha caminado por murallas de castillos medievales y sobre las cañadas hechas de lava de un hermoso volcán. No olvidará la emoción de domir en una cabaña colgada de una Secuoya a 17 metros de altura ni los atardeceres naranjas sobre el Tajo.

Ha comido pizza en Venecia y caminado sobre el memorial de John Lennon en el Central Park de NYC. Da las gracias al mundo por Ursula K. Le Guin y Neil Gaiman, por Colin Firth en la adaptación de la BBC de Orgullo y Prejuicio, por "Buffy, cazavampiros", "Anne with an E" y por el estampado holográfico. Tiene la suerte de poder vivir junto a una costa y una naturaleza no muy distintas a las de las Highlands y el día en que pueda comprarse una caravana, no habrá parque natural en el que no consiga dormir.

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Ha soñado con ser arqueóloga, pintora, fotógrafa, bailarina, bibliotecaria, cantante de coro, novelista... y parece que aún lleva algo de todo eso dentro, porque no ha terminado de decidirse por una sola cosa.

Podría quejarse de un millón de injusticias y porquerías que ocurren en el mundo y por las que pelea pero, ¿en serio? Ya hemos sufrido bastante. ¡Estamos aquí para crear!

 

Cuando era adolescente, escribía poesía, lo hacía cada día, hasta que sintió que no era suficiente para todo lo que quería contar. Después, vinieron un puñado de relatos, pero el perfeccionismo no le deja mostrar sus vergüenzas. Es co-autora de Trÿa, un mundo de fantasía creado con Gabriel Rancel, y del que juntos han autopublicado su primera novela. Si quieres leer alguna de sus obras, pincha sobre las imágenes de la derecha para dirigirte a las plataformas donde están disponibles.

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