Carta del autor
Una vez leí, no recuerdo dónde, que un artista no es artista porque cree grandes obras, gane mucho dinero o sea muy conocido. Lo es porque le apasiona lo que hace, le da vida, enriquece su mundo y lo comparte con el resto. Es un pensamiento que comparto. No se trata de vender más, crear más, mostrar más aptitudes o ser más inteligente. Se trata de transmitir la vorágine creativa, reflejando con palabras lo que hay en tu mente.
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Vivimos en un mundo donde los que caminan entre bambalinas pierden todo el interés del público, pero gracias a ellos los artistas cobran sentido encima del escenario. Sin actores secundarios, vestuario, iluminación, sonido, guión, dirección, etc. la obra pierde su belleza por muy importante que sea el rostro principal.
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Así me presento, como un actor secundario que se mueve entre bambalinas pero de vez en cuando, al tener un lápiz en la mano, paso a ser actor principal. Soy un aprendiz en un mundo donde nunca se deja de serlo. No compito por premios, pero tampoco dejo pasar de largo las oportunidades. Tengo grandes sueños que voy cumpliendo a base de pequeñas metas. Confío en la buena suerte, pero más en el esfuerzo y la perseverancia. Creo que una sonrisa produce más cambio que un ceño fruncido y que, sin importar las raíces, las ramas pueden crecer en todas direcciones y crear una buena sombra.
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AGRADECIMIENTOS
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Quiero dar las gracias a todas las personas que soportan mis cambios de humor, mis innumerables horas de encierro literario y mi mente despistada. No sería quién soy sin su apoyo incondicional. Ellas logran que me convierta en el escritor que se ruboriza cuando le nombran o le miran con una pizca de admiración. Ése que se esfuerza por mejorar cada día. Gracias a su complicidad y sus empujones, tengo más ganas de continuar. Eso no se compra con dinero, ni con campañas publicitarias.
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Gracias por estar aquí y ser partícipe de un sueño.
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