La chispa que lo encendió todo se prendió gracias a la imaginación de Gabriel.

De ello, han pasado casi tantos años como siglos desde la creación de la propia Trÿa.

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En aquel tiempo, un adolescente dibujaba el primer mapa de este universo, uniendo ideas sobre hojas y más hojas, esbozando a mano lo que en un futuro sería el campo de batalla para un universo fantástico más grande de lo que, en aquel momento, él mismo podía imaginar.

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La trama fue creciendo a partir de un pequeño relato y, con los años, la cantidad de palabras escritas en total hubieran desbordado tres tomos de buen tamaño. Durante esa época, Trÿa podía haber sido resumida como... "joven héroe se convierte en guerrero, une ejércitos y salva continente", pero la testarudez de Gabriel porque Sara participara en el proyecto puso las reglas del juego patas arriba.

Cuando ella aceptó formar parte del proceso creativo, el contador se puso prácticamente a cero. La revisión a cuatro manos de aquel beta adolescente llegó a la historia como una apisonadora entrando en una cristalería. Las preguntas agitaron la trama por todas partes y, aunque el worldbuilding conserva el espíritu de la trama original, el libro definitivo poco tiene que ver con el borrador del principio. (Ya os imagináis por dónde vamos, ¡acabó todo hecho un cristo!).

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Fue así como este universo se convirtió en un mundo más diverso, rico y lleno de color, pues nadie nunca podrá poner en duda que, a la hora de crear, dos cabezas piensan más que una.

Para empezar, el protagonista pasó a ser una mujer. Fue algo tan intencionado como natural y un camino que nos condujo a redescubrir prejuicios, reflexionar mucho más sobre la historia y desarrollar un universo cargado de propósitos. A partir de entonces, nuestro lema favorito empezó a ser "crea aquel universo donde tú seas feliz", y las preguntas que de ello nos surgieron hicieron germinar los nuevos pilares sobre los que Trÿa se (re)construyó.

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No ha sido una tarea fácil. Hemos tardado muchísimo más de lo que nos hubiera gustado. Hemos destrozado una docena de borradores (casi literalmente) y sacado tiempo de la nada hasta conseguir que este proyecto fuera una realidad. Hemos derribado incredulidades, vencido nuestra desconfianza y no nos hemos detenido hasta conseguir algo por lo que sentirnos felices.

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Gabriel pone el ingenio, la chispa para seguir soñando, las ideas brillantes y la ilusión. Sara pone la exigencia, el dolor de cabeza atando cabos sueltos y la tenacidad cuando todo flaquea.

Los dos ponemos las ganas para conseguir plasmar el libro que soñaríamos leer y, por encima de todo, la ilusión por compartir nuestra historia.

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Si has llegado hasta aquí, te damos las gracias. Interesarte por lo que hacemos es el mejor regalo. Tan sólo esperamos que, durante un rato, Trÿa te haga disfrutar.

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S. y G.